lunes, 7 de enero de 2008

ENTRE TODOS LA MATARON Y ELLA SOLA SE MURIÓ


Cada vez que paso por Sumacárcer me llama la atención su cementerio por los panteones que se adivinan detrás de los muros de ese camposanto. Sin duda, esa opulencia tendrá algo que ver con los buenos años de la citricultura en la comarca. Si no recuerdo mal, la zona era conocida como “el triangulo de oro”. Algo parecido ocurre con las iglesias de los pueblos de la zona de las Cotswolds en Inglaterra. Esas iglesias fueron construidas con parte del dinero que ganaron los ganaderos con la venta de la lana de sus ovejas. El sector de la lana de los Cotswolds ya forma parte de los libros de historia. Nuestra citricultura también, de hecho el color de los economistas españoles es el naranja en honor a que fue el fruto que equilibró nuestra balanza de pagos. También es naranja el color de los suplementos de economía de los periódicos donde todavía aparece la naranja como parte de nuestra economía.

El sector que sí está solamente en los libros de historia es el de la seda valenciana. El territorio estaba colmado de moreras para dar de comer a los gusanos. El testimonio de aquello lo dan las chumberas. Las chumberas no son originarias de la zona sino que se trajeron para alimentar a cochinillas. Las cochinillas se utilizaban para tintar la seda. De todo aquello sólo quedan algunas moreras, las chumberas (con los higos chumbos) y los niños que cada año juegan a criar los gusanos.

Lo único que siempre permanece es el cambio y malas son las sociedades que no se evolucionan y se adaptan a ese cambio. Es bueno recordar las palabras de Maquiavelo: “Nada hay más difícil de emprender ni más peligroso de conducir que tomar la iniciativa en la introducción de un nuevo orden de cosas; porque la innovación tropieza con la hostilidad de todos aquellos a quienes les sonrió la situación anterior, y sólo encuentra tibios defensores en quienes esperan beneficios de la nueva”.

Lo digo porque parece que los naranjos siempre han estado ahí y la posibilidad de que se abran nuevas oportunidades de desarrollo hace que los ayatolas se rasguen las vestiduras. ¿Qué les parece la idea de convertir a alguno de nuestros citricultores en cultivadores de césped? En lugar de vender la tierra a una empresa para construir el campo de golf y casas, construyan ustedes mismos el campo de golf pero con un hotel de cinco estrellas con spa, ruta temática por los sistemas de riego y cultivo tradicionales incluyendo parada para ver el azud. A muchos seguro que no les gusta la idea (es por el campo de golf, ¿a que sí?). Les daré otra. ¿Qué les parece convertir a alguno de nuestros citricultores en guardianes ambientales y de las esencias? El proyecto también incluye hotel de cinco estrellas, spa, ruta temática pero además hay granja escuela para ver las especies autóctonas. Todo esto también debe conllevar una buena oferta gastronómica. No sé si son conscientes de los puestos de trabajo que puede generar esto y la calidad de esos puestos de trabajo si los dueños de lo medios de producción son los mismos trabajadores. Conozco agricultores ingleses que han conseguido que personas que viven en las ciudades paguen una libra por pasear por su finca. Alguna de estas fincas llega a recibir más de 200.000 visitas en un año. Todas esas personas van allí, visitan, comen, algunas se quedan a dormir, otras compran productos, muchas de ellas van con niños, etc.

Cada año, oímos (y no escuchamos) las mismas noticias: la campaña citrícola ha sido un desastre y los precios pagados a los agricultores han sido bajísimos. Digo oímos y no escuchamos porque a la mayoría nos preocupa poco que el agricultor reciba un precio justo por sus productos si a nosotros la cesta de la compra nos sale más barata. Bien que nos estamos quejando este año por los precios de la leche, el pan, los huevos y otros artículos de primera necesidad. Otro asunto es qué porcentaje de la subida revierte al agricultor. Pero seamos sinceros, ¿nos quejaríamos menos si el cien por cien de la subida fuese a parar a manos del productor? Otra pregunta interesante es ¿Quién diantre es el productor? El sector está en crisis y se enfrenta a cambios. También sufriría cambios si no estuviese en crisis pero quizá no serían tan traumáticos. Se ha dicho que la raíz del problema es un desajuste tanto cualitativo como cuantitativo entre la oferta y la demanda. Tampoco me sirve eso de que “tenemos el mejor el producto y nos falta encontrar el mercado”. Opino que es un poco más complejo.

No pretendo descubrir nada en este documento pero los problemas que sufren la citricultura en particular y la agricultura en general deben ser analizados desde varios puntos de vista. Centrándonos en la citricultura, para entender la situación, ésta debe ser analizada como mínimo desde cuatro perspectivas: producción, valor, demanda y social.

Desde el punto de vista productivo, nuestras estructuras son en general inviables económicamente. Existen empresas con grandes fincas y con un alto grado de mecanización pero la norma es el minifundio. Este minifundio está unido a un monocultivo atroz. Digo monocultivo porque para el consumidor final todas las naranjas son iguales, independientemente de la variedad. Muchas personas opinan que la mandarina es una naranja pequeña. Minifundio y monocultivo casi implican que la única posibilidad de competir sea reduciendo costes para poder ofrecer el producto al menor precio posible como consecuencia del gran número de productores y los pocos distribuidores que serán los que decidan el precio que pagan (en el supuesto de que paguen). Así, vemos que los citricultores compiten entre ellos si no llevan la cosecha a una cooperativa. Las cooperativas compiten entre ellas. Al final, la única posibilidad de colocar un productor no diferenciado es siendo el más barato.

La cosa se pone más difícil todavía si analizamos la estructura de costes de esas explotaciones. Hace años, el coste de la mano de obra era tan bajo que la actividad era rentable. El período dorado de la citricultura coincide con el de la emigración a las ciudades y al extranjero. Mi padre cuenta como el dueño de la finca donde iba a recolectar antes de emigrar a Francia se encendía los puros con billetes delante de ellos. ¿Cuántos pisos se compraron y cuántas carreras se pagaron a los hijos vendiendo una hanegada de cítricos? Después, al subir el precio de los jornales, lo que se obviaba era el beneficio empresarial. Hoy, ni eso. Además, es obligado tener en cuenta el coste de los otros factores productivos que también han subido.

Por otro lado, y para complicarlo más tenemos exceso de oferta. Producimos más de lo que podemos vender. Este hecho no es nuevo. Ya se sabía que iba a pasar. Teníamos los datos de venta de plantones y no hicimos nada. En este sentido, siempre me ha hecho pensar porque los citricultores sólo aprovechan el fruto y no, además, otras partes del árbol como puede ser flores u hojas para la obtención de esencias (los cítricos pertenecen a la familia botánica de las Rutáceas que son muy importantes para el sector de la perfumería y cosmética). También es curioso como la inmensa mayoría de la producción va a venta en fresco y la producción de derivados (zumos, conservas, licores, etc.) es relativamente poco importante. Fueron los japoneses los que inventaron la conserva de gajos de satsuma. Hablando de futuro, parece que la pulpa de naranja tiene posibilidades de aprovechamiento para fabricar biocombustibles. Veremos cuántos estudios encargan los productores para analizar esa viabilidad y cuántas industrias se montan en el territorio.

El último aspecto que, a mi modo de ver, configura el análisis de la producción es el fenómeno de la agricultura a tiempo parcial. Por eso, antes me preguntaba quiénes eran los productores. ¿Cuántos años hace que la citricultura tal y como la conocemos hubiese desaparecido si algunas de las personas que se autodenominan citricultores viviesen exclusivamente de las rentas que obtienen de sus explotaciones? Dentro de este aspecto, también resulta interesante analizar cuántos contratos de compra – venta oficiales entre productores y comerciantes se firman cada año en este sector. ¿Alguien se acuerda del Mercado de Futuros de Cítricos de Valencia como herramienta para garantizar los precios a los productores?

El segundo de los puntos de vista a considerar es el del valor. Es un error confundir valor, precio y coste. Los productos no valen lo que cuestan sino lo que las personas estamos dispuestos a pagar por ellos. Así, si lo que los consumidores o clientes estamos dispuestos a pagar por un producto supera su coste diremos que el producto está generando valor. El análisis de la cadena de valor es una de las herramientas más poderosas para detectar puntos fuertes y débiles en una empresa. Los resultados de dicho análisis aplicado a nuestro sector citrícola darían un resultado descorazonador. El análisis estudia el proceso de obtención del producto hasta su venta (incluida). El precio de las naranjas y mandarinas en los supermercados de tipo medio en el centro de una ciudad ronda el euro por kilo el día que escribo estas líneas (al final del mes de diciembre de 2007). ¿Pagarían ustedes un euro por un kilo de naranjas si en lugar de ir al supermercado tuviesen que ir al bancal a conseguirlo y para conseguir sólo ese producto? Una gran parte de la generación de valor de estos productos está en la distribución de los mismos y en la puesta a disposición de los consumidores junto al resto de los artículos que componen la cesta de la compra en un mismo lugar. Por eso no entiendo que los productores no adopten de forma decidida acciones para acercarse al consumidor final. Me refiero a un acercamiento tanto en el sentido de aproximar el producto al consumidor físicamente por parte del productor como a la adecuación del producto a los requerimientos de ese consumidor.

El siguiente lado del prisma que debemos mirar es el de la demanda del producto. Siempre digo que las personas hacemos lo que creemos que nos conviene y que compramos aquello que satisface nuestras necesidades. ¿Se han parado a mirar cuántas frutas distintas podemos encontrar en la sección de frutas y verduras junto a las naranjas y a las mandarinas? ¿Cuántas veces han comprado este año naranjas y mandarinas en el supermercado? He dicho comprado no comido. Si se las regalan no vale. El valor del producto para ustedes en ese caso es cero. ¿Recuerdan el párrafo anterior? En Nochebuena y Navidad ¿comieron ustedes naranjas o piña? Si salen ustedes a cenar, ¿de postre piden naranjas preparadas? ¿Por qué los regímenes insisten en que se coma piña o cualquier otra fruta en lugar de poner naranjas y cualquier otra fruta? ¿Por qué los expertos que trabajan en el territorio insisten en que el kiwi es buenísimo como aporte de vitamina C y para mejorar el tránsito intestinal? ¿Por qué nadie dice nada cuando se anuncian pastillas con sabor a naranja como complemento vitamínico? ¿Por qué compramos esas pastillas aquí, las consumimos y lo que es peor, se las damos a nuestros hijos? ¿Cuántos zumos de naranja recién exprimida se han tomado este año? ¿Cuántos zumos de naranja recién exprimida les han dado a sus hijos este año? ¿Qué significa eso de que hay que comer cinco piezas de fruta a la semana? Hay que comer naranjas valencianas, plátanos de Canarias, melocotones de Calanda, cerezas del Jerte o de Alicante, etc, pero digáse. No es lo mismo que comer kiwis de Nueva Zelanda o piñas tropicales o papayas o mangos o … ¿Cuántos paquetes de zumo de naranja procedente de zumo concentrado congelado de Brasil (sean de la empresa que sean) han comprado este año? ¿Cuántas veces les han puesto a sus hijos una mandarina en la merienda o en el almuerzo? Contesten a estas preguntas para si mismos que tienen las naranjas y las mandarinas al abasto. Luego piensen en un consumidor europeo que las compra por unidades y tiene mucha más oferta de fruta y verdura de todo el mundo que nosotros en el supermercado.

El olor a azahar en las noches de verano, una naranja en su punto justo de equilibrio ácido / azúcar, el hecho de pelarla y oler sus aceites esenciales o el zumo de naranja natural recién exprimido son lujos absolutamente prohíbitivos para la mayoría de los europeos. Yo los comparo con el jamón ibérico de bellota, los buenos vinos de España, la inmensa variedad de quesos que nos ofrece nuestro país o los panes tradicionales recién hechos que podemos encontrar en el horno de la plaza o del barrio. A propósito, ¿hace mucho que llevaron a sus hijos a comer una hamburguesa a un centro comercial?

Para terminar, no podemos obviar el aspecto social de nuestra citricultura para entender el estado en el que se encuentra. Ya he apuntado alguna cuestión que ahora repetiré pero considero que deben ser incluidas en este punto de manera diferenciada porque sin ellos no es posible hacerse la idea completa de la situación. En primer lugar, el fenómeno de la agricultura a tiempo parcial. No se entendería el sector tal y como está con agricultores que obtuviesen sus rentas integras de esta actividad. Se hubiera transformado de manera radical (radical viene de raíz, no tiene nada que ver con posturas extremistas) o hubiera desaparecido.

En segundo lugar, como origen de la agricultura a tiempo parcial y del minifundio, existe una profunda vinculación con la actividad citrícola de una parte de la población de nuestro entorno. Estas personas heredaron la tierra de sus padres que las parcelaban para dar una parte de tierra a cada uno de sus hijos con el objeto de que ninguno pasara hambre (esto contrasta con, por ejemplo, la figura del hereu en Cataluña). Estas personas se dedican a lo que la vida les ha permitido y ellos han conseguido. Muchos de ellos ni siquiera viven en la zona. La tierra tiene para ellos un valor sentimental. Es como un jardín donde florecen las esencias de sus antepasados, si se me permite la comparación becqueriana. Luego para entender su vinculación y permanencia en esta actividad en necesario añadir factores de tipo emocional y afectivo. Esto explica que sigan cultivando aunque pierdan dinero.

En tercer lugar y para terminar, es necesario reconocer que la agricultura ya no es un sector estratégico para nuestra economía ni en términos de Producto Interior Bruto ni en términos de empleo. Esto provoca el efecto apuntado en el cuarto párrafo de este pequeño divertimento. A la mayoría de la población no les preocupa realmente el sector. Ha dejado de ser importante. No ocupa la agenda real. Hablamos de otras cosas que si suponen empleo y riqueza para mucha más gente. Debemos reconocer eso.

Éstos son, desde mi punto de vista, los factores más importantes (soy consciente de que se podrían incluir más matices) que explican la situación actual en la que está inmerso el sector citrícola valenciano y estoy convencido de que irá a peor. Mientras tanto, les propongo que si leen esto a media mañana o a media tarde se despidan del mismo como se merece y se preparen un buen zumo de naranja recién exprimido para celebrarlo. Si lo hacen antes de preparar la comida o la cena, les sugiero que de postre pelen unas naranjas y les pongan por encima miel, canela y chocolate negro. Por último, el año que viene, en lugar de doce uvas ¿qué tal si lo despiden con doce gajos de mandarina? Les aseguro que engorda bastante menos. Quizá, si todos lo hiciéramos las pondríamos caras.
David B. López Lluch

Doctor Ingeniero Agrónomo
(Universidad Miguel Hernández)
MSc in Business Management in the Agriculture and the Food Industries
(Royal Agricultural College, Reino Unido)
Master en Dirección de Cooperativas Agrarias
(CEGEA, Universidad Politécnica de Valencia)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Y esto sólo en lo que se refiere a las naranjas, que si sumamos el resto de sectores agrícolas, industriales y de servicios - incluyendo prostíbulos -, la vara que nos dan a "los consumidores" - y digo "consumidores" así en general - con las "bondades" del producto de cada cuál, al final del día, para tenerlos contentos a todos en sus reivindicaciones, necesitamos emplear el sueldo del mes comprando toda suerte de "cosas" por el bien de "la patria". Y de eso nada.

Tienes razón cuando dices que al "consumidor" base, se la pinfla el sector citrícola, pero no sólo ese sino todos los sectores, productores, intermediarios, publicistas y otros adjuntos más o menos chupópteros, y lo que realmente tiene interés es el porcentaje de renta que se lleva la cesta de la compra. Pues bueno, a ver si van tomando nota los diversos sectores productivos, incluyendo el citrícola, de la realidad y dejan de vivir en paraísos de futuribles.

Hala ¿No querías que me leyera tu artículo? Pues, nada, apechuga, majo.

Un abrazo.

Enrique Casanova.

Anónimo dijo...

Y, además del asunto del "valor añadido" para dinamizar el mercado de los cítricos ¿qué tienes que decir de los intermediarios, que multiplican por mucho el precio de coste de la materia prima en orígen, que al final carga el consumidor? ¿No serán estas personas las culpables de que el incremento del precio no repercuta en la rentabilidad de la producción? ¿Y, como bien insinúas, no será que esto se produce con la connivencia, cuando no franca colaboración, de las cooperativas agrarias?

DAVINCI dijo...

He caído por aquí por casualidad pero tienes toda la razón en la situación del sector citricola. Yo por eso cambie al cultivo de la vid..pero no te creas que está mejor.

En cuanto al cultivo de la naranja mi padre dice que hay tanto excedente por que es uno de los cultivos que menos trabajo necesita y menos pesado es...por eso se han plantado tantos naranjos...hablando claro mi padre dice que el que planta naranjas o es medico o no tiene ganas de trabajar. ¿ Tu que opinas?

SALUT¡¡¡¡

Unknown dijo...

Muy acertados tus planteamientos sobre la etiología de la situación de la citricultura valenciana, el diagnóstico,...y quizás, también las soluciones por tí apuntadas. Sínceramente ¡Muy interesante¡.
Un ensayo muy digno. Elaborado por una persona con sobrados conocimentos de lo que expone.

Fdo. Rafa Sanz.