En mi primera cita en esta columna, me propongo hablarles del Restaurante del Casino de Orihuela (sitio que visito con relativa frecuencia debido a su excelente relación calidad/precio).
Si ustedes visitan Orihuela, y les aseguro que hay motivos para hacerlo, ésta sorprenderá por sus innumerables rincones (ciertas plazas son un delirio para los sentidos, yo les recomiendo la placita que hay lado del convento de las Salesas) y por las visitas culturales que pueden realizar (destaca por su caducidad La Luz de las Imágenes, más interesante el continente que el contenido). Otras citas interesantes que pueden realizar son el Museo de la Semana Santa, Museo de la Muralla, Museo de la Reconquista. Merece mención especial el paso procesional de La Diabla, el cual no puede estar en una iglesia por su irreverencia (consiste en una cruz de la cual cuelga una sábana blanca – ¿les suena? – a los pies de la cruz hay un macho cabrío con tetas y cara de diablo), ¡una delicia! ¡Búsquenlo!
Pero vamos a lo nuestro, el Restaurante del Casino de Orihuela. El Casino en si ya merece una visita, se lo dejo a ustedes. Después de disfrutar de una gambas al ajillo y unas huevas a la plancha en el Casablanca (o un pulpo al horno en el Surito si es sábado) les recomiendo que se dirijan ustedes al Casino, tomen asiento y empiecen con unas almejas a la marinera, unas anchoas de bota con pimientos asados, un ceviche de bacalao, unas setas al brandy y una ancas de rana (también les recomiendo los chipirones en su tinta, las patatas asadas con parmesano y las puntas de calamar al aroma de limón).
Tras los entrantes yo apuesto por el arroz (a banda o negro, como prefieran). Personalmente considero que el típico arroz con costra (pese a estar bueno) no los supera. Si esto no les estimula, no lo duden, rodaballo al horno.
En cuanto a los postres, yo me decanto por las peras al vino (pero pidan que no se las pongan con esa odiosa nata) y la tarta de chocolate (con sirope de chocolate).
La bebida es un problema. La carta de vinos del restaurante, aunque correcta, no está a la altura de la cocina. Por eso apuesten por los clásicos. Y si hace calor, un cava ¡atrévanse!
La sobremesa, sin ninguna duda debe tener lugar en La Alcaiceria. Está situada en los bajos del Palacio del Conde de la Granja en una plaza de éstas con encanto de las que ya les hablé. No les digo más. Descúbranla ustedes, un auténtico placer.
De ahí, yo me iría a dormir para estar en condiciones de encarar la cena. Pero eso ya es otra historia.
¡Salud!
Si ustedes visitan Orihuela, y les aseguro que hay motivos para hacerlo, ésta sorprenderá por sus innumerables rincones (ciertas plazas son un delirio para los sentidos, yo les recomiendo la placita que hay lado del convento de las Salesas) y por las visitas culturales que pueden realizar (destaca por su caducidad La Luz de las Imágenes, más interesante el continente que el contenido). Otras citas interesantes que pueden realizar son el Museo de la Semana Santa, Museo de la Muralla, Museo de la Reconquista. Merece mención especial el paso procesional de La Diabla, el cual no puede estar en una iglesia por su irreverencia (consiste en una cruz de la cual cuelga una sábana blanca – ¿les suena? – a los pies de la cruz hay un macho cabrío con tetas y cara de diablo), ¡una delicia! ¡Búsquenlo!
Pero vamos a lo nuestro, el Restaurante del Casino de Orihuela. El Casino en si ya merece una visita, se lo dejo a ustedes. Después de disfrutar de una gambas al ajillo y unas huevas a la plancha en el Casablanca (o un pulpo al horno en el Surito si es sábado) les recomiendo que se dirijan ustedes al Casino, tomen asiento y empiecen con unas almejas a la marinera, unas anchoas de bota con pimientos asados, un ceviche de bacalao, unas setas al brandy y una ancas de rana (también les recomiendo los chipirones en su tinta, las patatas asadas con parmesano y las puntas de calamar al aroma de limón).
Tras los entrantes yo apuesto por el arroz (a banda o negro, como prefieran). Personalmente considero que el típico arroz con costra (pese a estar bueno) no los supera. Si esto no les estimula, no lo duden, rodaballo al horno.
En cuanto a los postres, yo me decanto por las peras al vino (pero pidan que no se las pongan con esa odiosa nata) y la tarta de chocolate (con sirope de chocolate).
La bebida es un problema. La carta de vinos del restaurante, aunque correcta, no está a la altura de la cocina. Por eso apuesten por los clásicos. Y si hace calor, un cava ¡atrévanse!
La sobremesa, sin ninguna duda debe tener lugar en La Alcaiceria. Está situada en los bajos del Palacio del Conde de la Granja en una plaza de éstas con encanto de las que ya les hablé. No les digo más. Descúbranla ustedes, un auténtico placer.
De ahí, yo me iría a dormir para estar en condiciones de encarar la cena. Pero eso ya es otra historia.
¡Salud!
1 comentario:
Es precioso,gracias por compartir tantas cosas en tu blog.Con cariño Victoria
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