A raíz del curso en el que estoy participando sobre prevención de incendios forestales mediante la puesta en valor del bosque y su paisaje en mosaico he querido hacer una reflexión sobre el papel de la agricultura (y del olivo y el viñedo en particular) en la prevención de incendios forestales partiendo de su valor intrínseco paisajístico y de su utilidad como generador de rentas e impulsor del Desarrollo Rural.
El bosque tiene un papel fundamental en nuestra vida aunque lo tengamos olvidado o sólo nos acordemos de él como espacio lúdico (tal y como se apunta más adelante). En ese sentido, y como botón de muestra, apuntar su impagable labor como regenerador de la atmósfera, prevención de la erosión y según apuntan algunos recientes estudios regulador hídrico de los cauces fluviales. En este último aspecto, es interesante señalar que parece ser que existe relación entre el abandono del bosque, el aumento de biomasa y la reducción del caudal de nuestros ríos.
Los incendios forestales en la cuenca mediterránea son un factor natural del propio ecosistema. Sin embargo, teniendo en cuenta la mejora de los conocimientos, medios y organización técnica en la lucha contra el fuego, no parece hallarse una solución definitiva al problema.
¿Cuáles son las causas de esta aparente contradicción? Las razones por las que un punto de ignición deriva en un incendio de grandes dimensiones van más allá de la explicación simplista de las condiciones climatológicas como causa. La aparición de un incendio forestal se debe a dos factores principales causa-efecto de otros elementos;
1) el aumento del riesgo de ignición, es decir, la posibilidad de que se origine un fuego,
2) el aumento del riesgo de propagación, es decir, la posibilidad de que un fuego no pueda ser controlado y se expanda debido fundamentalmente al exceso de biomasa.
El aumento del riesgo de ignición se debe, principalmente, a
· la mayor frecuentación e
· la instalación de infraestructuras de riesgo (líneas eléctricas, férreas, carreteras, etc.) debido al aumento de la demanda social urbana del espacio rural.
El aumento del riesgo de propagación es resultado de
· abandono de la actividad agraria y
· del despoblamiento rural.
El cese de la actividad agraria aumenta de combustible horizontal (reforestación natural de terrenos agrícolas abandonados) y vertical (abandono de la gestión forestal y pastoreo del sotobosque)
El despoblamiento rural conlleva la pérdida de prevención pasiva (detección y extinción inmediata) gracias al conocimiento del territorio y el mantenimiento de caminos que los agricultores y habitantes del medio rural ofrecen con su actividad diaria. Las razones del abandono rural son, principalmente:
· la baja rentabilidad económica de las actividades agrarias,
· la falta de servicios e infraestructuras en el medio rural,
· aspectos culturales, como el predominio de los valores de la sociedad de ocio y consumo que difícilmente compaginan con las exigencias de la actividad agraria, o la falta de reconocimiento social de la figura del agricultor.
Se puede decir que los incendios forestales son, en parte, la expresión y resultado final de la crisis del medio rural, en la que confluyen el abandono de las actividades agrarias y de la gestión del paisaje y el incremento de su uso por la sociedad urbana con fines, sobretodo, recreativos.
Los incendios forestales son uno de los problemas que mayor atención reciben en el ámbito de la gestión y conservación de los montes españoles. Las tareas de detección, control y extinción han tenido una progresión espectacular en los últimos veinte años y, a excepción de algunos años críticos, se ha ido obteniendo una mejora de los resultados en las sucesivas campañas. La profesionalización de los medios humanos y la mejora de los medios técnicos, fruto del progresivo incremento presupuestario, han sido la base de este éxito, que coloca a España entre los países del mundo más desarrollados en el sector.
En relación con esta realidad, es interesante reflexionar sobre la efectividad de la prevención de los incendios forestales actuando contra los factores que los originan antes apuntados. Ya se ha señalado que los factores señalados pivotan sobre dos ejes.
- El abandono de la actividad agraria y despoblamiento rural,
- La consideración del monte como un espacio lúdico.
Parece pues lógico apuntar medidas preventivas que intenten contrarrestar estos factores. Existen trabajos y experiencias que consideran la selvicultura preventiva como una herramienta auxiliar para proseguir la disminución de la superficie forestal afectada. No se trataría tanto de sacrificar parte de los medios de extinción como de potenciar programas complementarios de selvicultura preventiva. Las áreas cortafuegos son una superficie relativamente ancha en la que la vegetación natural se modifica para conseguir otra vegetación de menor biomasa o menos inflamable.
Por motivos principalmente económicos (falta de recursos para actuar en toda la superficie) y ecológicos (respeto de la estructura del bosque), suelen ser actuaciones localizadas, en forma de bandas, ubicadas en lugares accesibles en los que resulta más sencillo dificultar la propagación del fuego. También son interesantes los estudios y experiencias de aprovechamiento de la biomasa resultante del bosque y sotobosque.
Estos proyectos adolecen, sin embargo, de estudios de viabilidad económica. Es decir, no está claro que puedan ser generadores de rentas y por lo tanto sirvan para contrarrestar el primero de los ejes apuntados. Tampoco son acciones que incidan de forma clara en la creación de un espacio lúdico.
Puede ser más interesante explorar opciones que conjuguen estos dos ángulos de actuación: generación de rentas para la población rural y creación de un espacio lúdico. La conjunción de estos dos ejes permite contrarrestar los factores que se apuntaron anteriormente como propiciadores de los incendios forestales.
Se pretende prevenir el fuego combatiendo los factores que han hecho que el monte deje de ser fuente de ingresos para el medio rural. Esto es, proponer acciones que contrarresten la falta de recursos, la baja rentabilidad directa, el abandono de las zonas cultivables, el progresivo despoblamiento de los pueblos de interior, y en algunas ocasiones la incapacidad de la población, que ocupa ese medio, para adaptarse a actividades renovadas, etc., a través de la agricultura. No se debe perder de vista que el objetivo general es prevenir incendios forestales. Este objetivo se consigue a través de estos tres objetivos específicos:
Mejorar y aumentar las condiciones de vida de los habitantes de las zonas afectadas.
Conservar y mejorar el medio natural.
Planificar y organizar la demanda de espacios naturales para esparcimiento.
En definitiva, se pretende el desarrollo socio-económico y cultural de las zonas más deprimidas compatibilizándolo con la conservación y potenciación de los ecosistemas existentes.
Evidentemente, el planteamiento es muy amplio y multifuncional. Sin embargo, dentro del ámbito de este artículo, es necesario centrarse en las medidas de tipo agrícola (y especialmente vitivinícola que se proponen). En ese sentido, las acciones que deben plantearse son:
1. Diversificar e intercalar cultivos leñosos con cultivos de cereales y huertas, huyendo de los monocultivos extensos ya que favorecen la propagación de plagas e incendios forestales.
2. Ocupar las terrazas abandonadas para obtener mayores extensiones cultivables, consiguiendo un aumento de la producción, un aumento de la mano de obra y por consiguiente una disminución del riesgo de incendio, de la erosión y del paro rural.
3. Recuperar los cultivos leñosos aún existentes en las terrazas abandonadas (vid, algarrobos, olivos, higueras, almendros, etc.).
4. Utilizar y potenciar la agricultura tradicional y de montaña, evitando los cambios de cultivos de secano a regadío.
La elección de los cultivos a recuperar e introducir debe hacerse teniendo en cuenta los objetivos que se han planteado. Es necesario tener presente, por un lado, que es difícil comercializar muchas producciones y, más cuando su precio de coste es elevado, como el de las zonas propuestas.
Al hilo de esta primera consideración, deberán seleccionarse cultivos que no sólo sean susceptibles de comercialización, sino que permitan la generación de valor añadido con su transformación.
Por otro lado, se debe pensar que han de ser cultivos que “sirvan de paisaje” ya que uno de los objetivos es la valorización de las zonas como espacios naturales de esparcimiento.
Para terminar, deben ser cultivos que puedan ser utilizados como áreas de cortafuegos y producción de alimento para la fauna y el ganado.
Teniendo en cuenta lo expuesto, dos son los cultivos que cumplen todas las anteriores consideraciones: la vid y el olivo. Se propone pues, la recuperación y reintroducción de estos dos cultivos en terrazas abandonadas y zonas de montaña. Las otras especies leñosas autóctonas propuestas (algarrobos, higueras y almendros) también deben ser consideradas para configurar el paisaje y posibilitar actividades de turismo rural. Un tercer grupo de cultivos que debe considerarse es el de las plantas aromáticas, condimentarias y medicinales.
Si embargo, el eje de la potenciación de la propuesta con los objetivos declarados debe descansar en los dos primeros cultivos apuntados. Las razones para ello son varias.
Ambos son cultivos que posibilitan la generación de valor añadido al ser transformados en alimentos de alta consideración cultural, nutricional y gastronómica: el vino y el aceite. En ese sentido, posibilitan y sirven de fomento de actividades industriales en el entorno rural con las bodegas y almazaras. Es evidente que los enfoques productivos y empresariales no pueden estar basados en la cantidad sino en una calidad excelente. Un buen diseño debe posibilitar la creación de empresas auxiliares con el consiguiente efecto generador de empleo rural.
Del mismo modo, ambos productos son la base (junto al pan) de la gastronomía de estos territorios. Por lo tanto, la producción de los mismos sirve de palanca para el desarrollo de una gastronomía de alto valor y todo lo que ella implica.
Esta gastronomía de alto valor lleva aparejada la posibilidad de la creación de alojamientos rurales de calidad acorde a la misma.
Otro grupo de actividades que emanan de esta tendencia son las relacionadas con la educación ambiental a través de escuelas – taller y otras.
Al hilo de esto último, la vid y el olivo (junto a los demás propuestos) forman el paisaje mediterráneo antropomorfizado que el visitante espera encontrar (además de la flora silvestre) cuando viaja a entornos rurales.
Como conclusión a estas reflexiones, se puede decir que el cultivo de la vid y del olivo puede sentar la base para la creación de un cluster empresarial en zonas de interior con bosque cuyo objetivo último sea la prevención de los incendios forestales. Este objetivo se conseguiría a través de la utilización del monte como generador de recursos y rentas.
La piedra angular de dicho cluster empresarial serían los cultivos tradicionales (fundamentalmente la vid y el olivo) y que posibilitarían el desarrollo de actividades de turismo rural, ambiental, gastronómico y cultural.
Se puede afirmar que estos cultivos no sólo producen alimentos de alta calidad y conforman un paisaje de alto valor que debe ser protegido y fomentado sino que además poseen un alto valor ambiental al servir como elementos de prevención de incendios forestales.
Ya Tucídides en siglo V a. C. nos dice que “Las gentes del Mediterráneo empezaron a emerger del barbarismo cuando aprendieron a cultivar el olivo y la vid” Hagámosle caso.
Bibliografía consultada.
- BORT CUBERO, J. V. (Director) (2002) “El desarrollo de las zonas rurales de Castellón: Alternativas a la situación actual” en, http://www.internatura.org/estudios/rural.html .
- LÓPEZ LLUCH, D. B.; MARTÍNEZ BAUSA, J. (2009). “Análisis de las oportunidades del destino turístico rural de interior del Macizo del Caroig, en el contexto turístico de la Comunidad Valenciana a través del modelo de cluster empresarial. Propuesta de un plan de actuación basado en la valorización de sus recursos naturales y la agricultura tradicional”. Curso de Prevención de Grandes Incendios Forestales mediante la puesta en valor del bosque y su paisaje en mosaico. Asociación para la promoción socio-económica de los municipios del Macizo Del Caroig.
- Plan de acción de la Unión Europea en defensa de los bosques, en http://europa.eu/scadplus/leg/es/lvb/l24277.htm
- PLANA, E.; DOMÍNGUEZ, G.; SANGRÀ, G.; GARRIGA, F. (2000) “Análisis de la problemática de los incendios forestales de gran dimensión: un enfoque integral”, en http://www.ctfc.cat/docs/apf_document17.pdf
El bosque tiene un papel fundamental en nuestra vida aunque lo tengamos olvidado o sólo nos acordemos de él como espacio lúdico (tal y como se apunta más adelante). En ese sentido, y como botón de muestra, apuntar su impagable labor como regenerador de la atmósfera, prevención de la erosión y según apuntan algunos recientes estudios regulador hídrico de los cauces fluviales. En este último aspecto, es interesante señalar que parece ser que existe relación entre el abandono del bosque, el aumento de biomasa y la reducción del caudal de nuestros ríos.
Los incendios forestales en la cuenca mediterránea son un factor natural del propio ecosistema. Sin embargo, teniendo en cuenta la mejora de los conocimientos, medios y organización técnica en la lucha contra el fuego, no parece hallarse una solución definitiva al problema.
¿Cuáles son las causas de esta aparente contradicción? Las razones por las que un punto de ignición deriva en un incendio de grandes dimensiones van más allá de la explicación simplista de las condiciones climatológicas como causa. La aparición de un incendio forestal se debe a dos factores principales causa-efecto de otros elementos;
1) el aumento del riesgo de ignición, es decir, la posibilidad de que se origine un fuego,
2) el aumento del riesgo de propagación, es decir, la posibilidad de que un fuego no pueda ser controlado y se expanda debido fundamentalmente al exceso de biomasa.
El aumento del riesgo de ignición se debe, principalmente, a
· la mayor frecuentación e
· la instalación de infraestructuras de riesgo (líneas eléctricas, férreas, carreteras, etc.) debido al aumento de la demanda social urbana del espacio rural.
El aumento del riesgo de propagación es resultado de
· abandono de la actividad agraria y
· del despoblamiento rural.
El cese de la actividad agraria aumenta de combustible horizontal (reforestación natural de terrenos agrícolas abandonados) y vertical (abandono de la gestión forestal y pastoreo del sotobosque)
El despoblamiento rural conlleva la pérdida de prevención pasiva (detección y extinción inmediata) gracias al conocimiento del territorio y el mantenimiento de caminos que los agricultores y habitantes del medio rural ofrecen con su actividad diaria. Las razones del abandono rural son, principalmente:
· la baja rentabilidad económica de las actividades agrarias,
· la falta de servicios e infraestructuras en el medio rural,
· aspectos culturales, como el predominio de los valores de la sociedad de ocio y consumo que difícilmente compaginan con las exigencias de la actividad agraria, o la falta de reconocimiento social de la figura del agricultor.
Se puede decir que los incendios forestales son, en parte, la expresión y resultado final de la crisis del medio rural, en la que confluyen el abandono de las actividades agrarias y de la gestión del paisaje y el incremento de su uso por la sociedad urbana con fines, sobretodo, recreativos.
Los incendios forestales son uno de los problemas que mayor atención reciben en el ámbito de la gestión y conservación de los montes españoles. Las tareas de detección, control y extinción han tenido una progresión espectacular en los últimos veinte años y, a excepción de algunos años críticos, se ha ido obteniendo una mejora de los resultados en las sucesivas campañas. La profesionalización de los medios humanos y la mejora de los medios técnicos, fruto del progresivo incremento presupuestario, han sido la base de este éxito, que coloca a España entre los países del mundo más desarrollados en el sector.
En relación con esta realidad, es interesante reflexionar sobre la efectividad de la prevención de los incendios forestales actuando contra los factores que los originan antes apuntados. Ya se ha señalado que los factores señalados pivotan sobre dos ejes.
- El abandono de la actividad agraria y despoblamiento rural,
- La consideración del monte como un espacio lúdico.
Parece pues lógico apuntar medidas preventivas que intenten contrarrestar estos factores. Existen trabajos y experiencias que consideran la selvicultura preventiva como una herramienta auxiliar para proseguir la disminución de la superficie forestal afectada. No se trataría tanto de sacrificar parte de los medios de extinción como de potenciar programas complementarios de selvicultura preventiva. Las áreas cortafuegos son una superficie relativamente ancha en la que la vegetación natural se modifica para conseguir otra vegetación de menor biomasa o menos inflamable.
Por motivos principalmente económicos (falta de recursos para actuar en toda la superficie) y ecológicos (respeto de la estructura del bosque), suelen ser actuaciones localizadas, en forma de bandas, ubicadas en lugares accesibles en los que resulta más sencillo dificultar la propagación del fuego. También son interesantes los estudios y experiencias de aprovechamiento de la biomasa resultante del bosque y sotobosque.
Estos proyectos adolecen, sin embargo, de estudios de viabilidad económica. Es decir, no está claro que puedan ser generadores de rentas y por lo tanto sirvan para contrarrestar el primero de los ejes apuntados. Tampoco son acciones que incidan de forma clara en la creación de un espacio lúdico.
Puede ser más interesante explorar opciones que conjuguen estos dos ángulos de actuación: generación de rentas para la población rural y creación de un espacio lúdico. La conjunción de estos dos ejes permite contrarrestar los factores que se apuntaron anteriormente como propiciadores de los incendios forestales.
Se pretende prevenir el fuego combatiendo los factores que han hecho que el monte deje de ser fuente de ingresos para el medio rural. Esto es, proponer acciones que contrarresten la falta de recursos, la baja rentabilidad directa, el abandono de las zonas cultivables, el progresivo despoblamiento de los pueblos de interior, y en algunas ocasiones la incapacidad de la población, que ocupa ese medio, para adaptarse a actividades renovadas, etc., a través de la agricultura. No se debe perder de vista que el objetivo general es prevenir incendios forestales. Este objetivo se consigue a través de estos tres objetivos específicos:
Mejorar y aumentar las condiciones de vida de los habitantes de las zonas afectadas.
Conservar y mejorar el medio natural.
Planificar y organizar la demanda de espacios naturales para esparcimiento.
En definitiva, se pretende el desarrollo socio-económico y cultural de las zonas más deprimidas compatibilizándolo con la conservación y potenciación de los ecosistemas existentes.
Evidentemente, el planteamiento es muy amplio y multifuncional. Sin embargo, dentro del ámbito de este artículo, es necesario centrarse en las medidas de tipo agrícola (y especialmente vitivinícola que se proponen). En ese sentido, las acciones que deben plantearse son:
1. Diversificar e intercalar cultivos leñosos con cultivos de cereales y huertas, huyendo de los monocultivos extensos ya que favorecen la propagación de plagas e incendios forestales.
2. Ocupar las terrazas abandonadas para obtener mayores extensiones cultivables, consiguiendo un aumento de la producción, un aumento de la mano de obra y por consiguiente una disminución del riesgo de incendio, de la erosión y del paro rural.
3. Recuperar los cultivos leñosos aún existentes en las terrazas abandonadas (vid, algarrobos, olivos, higueras, almendros, etc.).
4. Utilizar y potenciar la agricultura tradicional y de montaña, evitando los cambios de cultivos de secano a regadío.
La elección de los cultivos a recuperar e introducir debe hacerse teniendo en cuenta los objetivos que se han planteado. Es necesario tener presente, por un lado, que es difícil comercializar muchas producciones y, más cuando su precio de coste es elevado, como el de las zonas propuestas.
Al hilo de esta primera consideración, deberán seleccionarse cultivos que no sólo sean susceptibles de comercialización, sino que permitan la generación de valor añadido con su transformación.
Por otro lado, se debe pensar que han de ser cultivos que “sirvan de paisaje” ya que uno de los objetivos es la valorización de las zonas como espacios naturales de esparcimiento.
Para terminar, deben ser cultivos que puedan ser utilizados como áreas de cortafuegos y producción de alimento para la fauna y el ganado.
Teniendo en cuenta lo expuesto, dos son los cultivos que cumplen todas las anteriores consideraciones: la vid y el olivo. Se propone pues, la recuperación y reintroducción de estos dos cultivos en terrazas abandonadas y zonas de montaña. Las otras especies leñosas autóctonas propuestas (algarrobos, higueras y almendros) también deben ser consideradas para configurar el paisaje y posibilitar actividades de turismo rural. Un tercer grupo de cultivos que debe considerarse es el de las plantas aromáticas, condimentarias y medicinales.
Si embargo, el eje de la potenciación de la propuesta con los objetivos declarados debe descansar en los dos primeros cultivos apuntados. Las razones para ello son varias.
Ambos son cultivos que posibilitan la generación de valor añadido al ser transformados en alimentos de alta consideración cultural, nutricional y gastronómica: el vino y el aceite. En ese sentido, posibilitan y sirven de fomento de actividades industriales en el entorno rural con las bodegas y almazaras. Es evidente que los enfoques productivos y empresariales no pueden estar basados en la cantidad sino en una calidad excelente. Un buen diseño debe posibilitar la creación de empresas auxiliares con el consiguiente efecto generador de empleo rural.
Del mismo modo, ambos productos son la base (junto al pan) de la gastronomía de estos territorios. Por lo tanto, la producción de los mismos sirve de palanca para el desarrollo de una gastronomía de alto valor y todo lo que ella implica.
Esta gastronomía de alto valor lleva aparejada la posibilidad de la creación de alojamientos rurales de calidad acorde a la misma.
Otro grupo de actividades que emanan de esta tendencia son las relacionadas con la educación ambiental a través de escuelas – taller y otras.
Al hilo de esto último, la vid y el olivo (junto a los demás propuestos) forman el paisaje mediterráneo antropomorfizado que el visitante espera encontrar (además de la flora silvestre) cuando viaja a entornos rurales.
Como conclusión a estas reflexiones, se puede decir que el cultivo de la vid y del olivo puede sentar la base para la creación de un cluster empresarial en zonas de interior con bosque cuyo objetivo último sea la prevención de los incendios forestales. Este objetivo se conseguiría a través de la utilización del monte como generador de recursos y rentas.
La piedra angular de dicho cluster empresarial serían los cultivos tradicionales (fundamentalmente la vid y el olivo) y que posibilitarían el desarrollo de actividades de turismo rural, ambiental, gastronómico y cultural.
Se puede afirmar que estos cultivos no sólo producen alimentos de alta calidad y conforman un paisaje de alto valor que debe ser protegido y fomentado sino que además poseen un alto valor ambiental al servir como elementos de prevención de incendios forestales.
Ya Tucídides en siglo V a. C. nos dice que “Las gentes del Mediterráneo empezaron a emerger del barbarismo cuando aprendieron a cultivar el olivo y la vid” Hagámosle caso.
Bibliografía consultada.
- BORT CUBERO, J. V. (Director) (2002) “El desarrollo de las zonas rurales de Castellón: Alternativas a la situación actual” en, http://www.internatura.org/estudios/rural.html .
- LÓPEZ LLUCH, D. B.; MARTÍNEZ BAUSA, J. (2009). “Análisis de las oportunidades del destino turístico rural de interior del Macizo del Caroig, en el contexto turístico de la Comunidad Valenciana a través del modelo de cluster empresarial. Propuesta de un plan de actuación basado en la valorización de sus recursos naturales y la agricultura tradicional”. Curso de Prevención de Grandes Incendios Forestales mediante la puesta en valor del bosque y su paisaje en mosaico. Asociación para la promoción socio-económica de los municipios del Macizo Del Caroig.
- Plan de acción de la Unión Europea en defensa de los bosques, en http://europa.eu/scadplus/leg/es/lvb/l24277.htm
- PLANA, E.; DOMÍNGUEZ, G.; SANGRÀ, G.; GARRIGA, F. (2000) “Análisis de la problemática de los incendios forestales de gran dimensión: un enfoque integral”, en http://www.ctfc.cat/docs/apf_document17.pdf
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